Entre tú y yo: ¡apestas a
mentira!
De esas que huelen a
verdades a medias,
a orgasmos fingidos entre
vómitos de amor,
a "te quieros" sin ninguna
condición, ¡ja!
Aún tengo rastros de
aquel whisky barato
en recovecos de mi cuerpo
a medio cocer
con sexo pagado sin
dinero
solo con las puñaladas
del deseo,
con una palmadita en el
trasero
y un: “Nena, ¡ya nos
volveremos a ver!”.
En un mundo podrido de
estercoleros
es ilógico que mi olor
preferido sea el de tu cuerpo.
Pero así es.
Por eso te regalo mi
disfraz perfumado;
ya no necesito vestir mi
cuerpo
con salivas de otros miedos
ni con migajas de un delirio pasajero
para llenar mi depósito
de porqués.
Devuélveme una pasión diestra,
una caricia verdadera,
que confirme de una vez
por todas
la chamusquina que exhala
tu piel.
Mientras seguiré
odiándote a tientas,
deseándote a ciegas,
infectándome con tus
pecas,
completando tu puzle de
tretas…
¡Deja de manosearme las
tetas, joder!
Se acabaron los coitus
interrutus...
En la trinchera de mis
piernas
solo penetran aliados
que con el arte del
disparate
sepan engañarme con
latex.
¿Me estás escuchando?
No, no es producto de la
ira.
Sinceramente, cariño,
apestas a mentira.
Pero eso, que quede entre
tú y yo.